Una forma muy especial de hacer prevención de riesgos matrimoniales es fomentar aquellos elementos o factores que contribuyen a evitar la ruptura de pareja, a que el matrimonio alcanze una estabilidad a lo largo de la vida en común.
Hay muchos elementos que contribuyen a esto.
Veamos seguidamente 8 factores que te pueden ayudar en esta tarea.
- Ilusión que se puso en el enamoramiento inicial. Evidentemente para iniciar una relación es necesario tener un enamoramiento. Dicen que, a veces, estar enamorado es lo más tonto en esta vida. Pero seamos serios. ¿Cómo fue tu enamoramiento? ¿Tenías mucha ilusión? ¿Te brillaban los ojos cuando veías a tu pareja? ¿Cómo estabas de enamorado? Parece ser que se confirma que un enamoramiento inicial muy “enamorado” sirve para crear unos vínculos que no se rompen fácilmente y que permiten superar momentos díficiles en la convivencia posterior. Este amor apasionado inicial es un referente para nuestra vida en común y muchas veces podemos volver a él cuando se nos presentan los problemas.
- Tener cosas en común en muchos aspectos de la vida. Dicen que los polos opuestos se atraen. Pero estamos hablando de parejas, de matrimonios. Las diferencias siempre separan. Una relación se vuelve más sólida cuanta mayor sea la afinidad de los cónyuges. Pero, ¡ojo!. No vayamos a ser ya tan iguales que seamos como esos matrimonios que se llevan como hermanos y hermanas. Eso no es un matrimonio. Es bueno y saludable que existan diferencias. Pero siempre en las pequeñas cosas. Esto es la sal de la vida. En las cosas básicas, no deben existir demasiadas tensiones, pues entonces la convivencia será imposible. Pensemos en esto: diferencia de creencias, distinto ambiente social, distinta formación intelectual, diferencia de edad, gustos, costumbres, estilo de vida… las grandes diferencias quedan muy bien en las películas. La realidad de la vida diaria es distinta. Veamos algo tan simple como una gran diferencia de edad. Durante un cierto tiempo, las edades pueden ser compatibles. Pero ¿que pasa, por ejemplo, cuando tras el paso de los años, uno de los esposos se encuentra en un estado de decrepitud mientras el otro se encuentra “en plena forma”? Ciertamente que diferencias con bastante entidad no tienen por qué significar una ruptura en la pareja. Pero lo cierto es que no contribuyen a hacer estable un matrimonio.
- Ser independientes cada uno de los cónyuges entre sí. En todo matrimonio existe un peligro: que uno o los dos cónyuges dejen de ser personas únicas e inconfundibles. El matrimonio es un yo,tu, nosotros. Pero nunca se deja de ser yo, ni de ser tú aunque seamos un nosotros. No existe amor ni posibilidad de relación si en mi matrimonio yo dejo de ser yo y mi esposa deja de ser ella. Tenemos, como pareja, un mundo en común, pero también cada uno tenemos nuestro propio mundo: intereses propios, amigos propios, opiniones propias, metas propias… Nuestro matrimonio funcionará bien si cada uno tenemos nuestra popia autonomía. Si yo dependo de tí -dependencia le llaman- no soy libre para quererte. La relación sufrirá dificultades.
- Tener un equilibrio en la relación de la pareja en el dar y en el recibir. A esto se le llama reciprocidad. Si uno siempre está dando, y nunca recibe, ¿a dónde llegará esa relación? En el matrimonio, yo no doy para que me des. Se supone que doy porque te quiero. Eso está bien. Pero yo, necesito también recibir. Se supone que tú también das. ¿Cómo se establece la medida de dar y de recibir? Cada uno de los matrimonios lo resuelve según su particular entendimiento. Aquí no existen reglas. Solamente que, los cónyuges deben llegar a establecer un equilibrio entre el dar y el recibir. Esto es lo que llamo un equilibrio entre la escucha y la expresión. Yo escucho. Y también quiero tener la oportunidad de expresarme. Aquí existe el peligro del agotamiento. Si siempre estoy a la escucha y, practicamente no puedo expresarme, es decir si siempre doy y tu no me das, puede que llegue al agotamiento. Al llegar al agotamiento, ya todo me es indiferente. En términos coloquiales: paso de tí, paso de todo. Este camino es prácticamente irreversible para restaurar la relación.
- Empatía. Siempre la empatía. Ponerse en lugar del otro. No actuar según nuestro pensamiento, sino ponernos también en la piel del otro. La esposa en la piel del esposo. El esposo en la piel de la esposa. Sería muy conveniente que de vez en cuando, y de cuando en vez, le preguntáramos al otro por ¿cómo lo ves? ¿qué opinas de esta situación? ¿cómo te sentiste anoche cuando pasó lo de…? ¿cómo te sientes? ¿cómo estás viviendo la situación que…? Estas cosas son muy sencillas. Pues bien, os digo que serán sencillas. Pero no son frecuentes.
- Llevarse bien y no estar en pelea continua. Cada pareja ha de establecer sus propias reglas para su vida. La pareja ha de luchar para conseguir su “felicidad” de acuerdo con su propia visión sobre su matrimonio. Prácticamente han de tratar todas las cosas, tanto las importantes como las menos importantes. Han de aprender a tratar las cosas abiertamente y decidir personalmente. Ejemplos: si se quiere tener hijos o no, y en caso afirmativo cuántos hijos; sobre las opiniones de la religión; sobre las relaciones con las familias de origen; sobre cómo va a ser su vida sexual; del trabajo profesional de cada uno; de cómo se organiza la casa y se participa en las tareas del hogar; de las vacaciones, tiempo libre… como podéis ver de todas las cosas que pasasn en la vida, ni más ni menos. Así la pareja tiene que establecer constamente compromisos y aprender a negociar, lo que nos lleva a que tenemos que defender nuestros propios intereses y a contemplar también los intereses del otro. Y no se deja de ser “romántico” por poder hacer todo esto.
- Cooperar mutuamente. La vida diaria nos estresa. Así de simple. Así de sencillo. Para vencer este estrés, necesitamos la cooperación en nuestro matrimonio. Recordad que un apartado del compromiso matrimonial es la cooperación, la ayuda mutua entre los esposos. La vida nos pone siempre en momentos que, si estamos juntos (por ejemplo, una enfermedad, un cambio de trabajo, cuestiones que pueden dar al traste con nuestros planes) podemos salir airosos de estas dificultades. Entonces como pareja podemos contemplar eso de: “Juntos somos invencibles”. Esto amigos, da unas fuerzas increíbles al matrimonio. Imagináos poder decir: “No sé qué pasará mañana. Pero sé que siempre mi (esposo/a) estará junto a mí. Pase lo que pase” Me como el mundo teniendo esta seguridad.
- Compartir deseos y metas en esta vida. Hay que sentirse unidos por un proyecto común de vida. Muchos matrimonios tienen en común criar a los hijos. Esto es bueno. Pero esto es corto. ¿Qué pasa cuando los hijos están criados y se van de casa? Los hijos no deben ser el único elemento que mantiene unido un matrimonio. Que hoy, despues de criar a los hijos, nos quedan muchos años de vida en común. Es necesario tener nuevos proyectos para este futuro que aún nos queda. El matrimonio ha de tener proyectos y metas conjuntas, desde su inicio. Cuestiones profesionales, sociales, de hobby… el abanico es muy grande.