Intentamos suplir la falta de amor con terapias. El mundo de la pareja no funciona así. Sin amor no funciona ninguna terapia.
Actualmente vivimos en el matrimonio y en la relación de pareja un alto porcentaje de fracaso, con todo el dolor que esto significa en quiénes lo experimentan y los que están alrededor.
Muchas de las parejas intentan resolver sus diferencias y las dificultades de relación a través de la terapia de pareja. Buscar ayuda en terceros profesionales de estos temas frecuentemente da resultados positivos en un gran porcentaje de los casos.
Llevo ya muchos años atendiendo a parejas con problemas en su relación. Buscando ser lo más efectivo posible, estudio, experimento, me formo en las distintas técnicas de orientación, en la relación de ayuda, en cómo ayudar a las personas a superar sus problemas.
No he visto en foros profesionales de las terapias introducir el tema del amor. Solo pretenden aplicar técnicas, procedimientos y estrategias, pero se olvidan del amor.
¿Dónde hemos dejado el amor que un día se tuvieron, que un día se comprometieron a tener y a cuidar?.
Menos terapia y más amor
Hace ya muchos, muchos años, cuando me estaba formando como Orientador Familiar, uno de los manuales de texto que manejaba para temas de sexualidad era HELEN SINGER KAPLAN; La Nueva Terapia Sexual; 2 tomos, Alianza Editorial. Quinta reimpresión en 1994.
En la última página del segundo tomo, escribe lo que sigue —y que creo debo reproducir textualmente.
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[…] 7. Amor
Al revisar este libro sobre la sexualidad, me sorprende la ausencia conspicua de la palabra amor. Y sin embargo, el amor es el ingrediente más importante en el acto de hacer el amor. El hacer el amor con alguien a quien se ama no se puede comparar con hacerlo con una persona no amada, por mucho que sea su técnica, su libertad sexual y su simpatía.
Una de las grandes recompensas del terapeuta es ayudar a una pareja con problemas sexuales, pero que se ama: el eyaculador precoz que desea ardientemente dar placer a su esposa, o la mujer que adora a su marido, pero cuyo orgasmo está inhibido.
Pero mucho más gratificante que eliminar tales obstáculos fisiológicos a la expresión del afecto de una pareja es ver cómo, en el curso de la terapia, se libera un amor que hasta entonces estaba frustrado.
Hay muchas personas que no están abiertas al amor. Confunden la pasión evocada por lo inalcanzable con el amor. Tienen miedo de amar y de arriesgar la intimidad y el compromiso. Y es muy comprensible, porque el amor es un asunto muy arriesgado: supone deshacernos del caparazón que utilzamos para defendernos del dolor y hacernos vulnerables al otro.
Y sin embargo, el sentir el amor puede cambiar la calidad de toda una existencia, que pasa de ser una película en blanco y negro a otra en technicolor, haciéndonos perder la rigidez para anegarnos en la tranquilidad y en la libertad de ser uno mismo.
A veces, en el curso de la terapia —en el proceso de tocarse y de darse placer y de expresar sentimientos auténticos— una pareja llega a descubrir el amor. La aparición del amor, sepultado hasta entonces bajo toneladas de defensas y de armaduras, es una recompensa poco frecuente, pero magnífica, de la terapia.