
En el post anterior —comentaba las analogías que existían entre fumar en pipa y la vida en el matrimonio. Hoy quiero comentar también otro aspecto de mi afición a fumar en pipa.
Los fumadores de pipa gustamos de guardar el tabaco que compramos en una cajita. De esa forma nos es más fácil —por lo menos para mí— coger el tabaco para fumarlo.
El tabaco para que se pueda fumar ha de tener un cierto grado de humedad. Pero por muy bien que lo guarde, pasado el tiempo, el tabaco se seca totalmente. Así cuando voy a fumarlo, al estar seco, me encuentro que no me sirve para disfrutar de la fumada. Para evitar esto, frecuentemente mojo una pastilla de arcilla en agua y guardo esta pastilla en el interior de la cajita del tabaco. De esta forma me aseguro que el tabaco siempre tiene ese cierto grado de humedad.
Pero pasa también que unas veces por unas cosas, otras porque se me olvida y otras porque pasa mucho tiempo sin abrir la cajita, el tabaco y la pastilla se han quedado totalmente secos los dos.
¿Qué hago entonces? ¿Tiro el tabaco y me vuelvo a comprar otro para que me pase lo mismo?
No. Ni mucho menos. Lo que hago es coger la pastilla de arcilla, mojarla bien mojada como se suele decir, y cuando ya está empapada de agua, vuelvo a guardar la pastilla en la cajita junto con el tabaco.
Pasados dos o tres días, al abrir la caja me encuentro que el tabaco vuelve a tener su grado de humedad y que está listo para disfrutar de una nueva fumada.
¿Ven la analogía? El tabaco se secó —el matrimonio—, la pastilla —la vida diaria— también se ha secado. Pero he vuelto a humedecer la pastilla y el tabaco ha vuelto a conseguir su grado de humedad. No he tenido que tirar el tabaco y comprarme otro —romper el matrimonio y pensar que con otra persona me irá mejor—
Lo que he hecho es que si no funciona, se arregla.