Este artículo lo dedico con mucho afecto a todos aquellos usuarios del blog con los que he tenido contacto en el Servicio de Orientación
Matrimonios que atraviesen dificultades en su relación siempre los habrá. Lo mismo que cualquier persona en su relación con los demás. Querramos o no, siempre se presentarán dificultades en nuestras relaciones. Solamente lo que está muerto no atraviesa dificultades.
Y si alguien me presenta algún matrimonio que no ha atravesado dificultades en su relación simplemente digo que está mintiendo. Un matrimonio que no tenga dificultades simplemente no existe.
Desde Prevención de Riesgos Matrimoniales apuesto por la vida y sotengo que toda persona, que toda pareja, frente a las dificultades, están llamadas a luchar para vencerlas.
Todo matrimonio ha de saber que, si mira alrededor, y comparte algo de sus dificultades puede tener la confianza y la esperanza de no estar solos en la lucha contra las dificultades que tienen transitoriamente en su relación.
Todo matrimonio entiendo que si busca a su alrededor encontrará a su lado personas que seguramente ayudarán a sostenerlo, a estimularlo, a cuidarlo para que no se hunda y para que renazcan en los esposos las ganas de vivir y de disfrutar de una relación revisada que funcione.
Y en esto tengo que decir a los esposos que la característica fundamental del amor entre ellos consiste en darse esperanza el uno al otro. Y esto no solo se hace patente en los momentos difíciles, sino en la vida cotidiana.
¿Quién no experimenta a veces una situación de vacío? ¿Quién no se las tiene que ver de vez en cuando con dudas, con derrotas, con fracasos, con inseguridades, con heridas?
Personalmente creo que los esposos se olvidan muy fácilmente —o a lo mejor es que nunca han caído en eso— que vivir juntos en el amor consiste en ofrecerse mutuamente la fuerza para no caer en la desilusión frustrante; consiste sobre todo en buscar juntos los motivos para comprometerse, para superar las dificultades, las dudas, las inseguridades, para no sucumbir en la lucha.
Amarse es vivir los momentos difíciles y los fracasos —que no se olvide nadie que todos pasamos, sin excepción alguna, por momentos difíciles y por fracasos— como una oportunidad para centrarse de nuevo y aclarar los propios objetivos. Siempre después de la tormenta viene la calma.
No olvidéis nunca que el matrimonio es el lugar donde el hombre y la mujer se sostienen, se animan el uno al otro, se dan esperanza mutuamente. Darse mutuamente esperanza es aún más importante que corregirse el uno al otro.